El 18 de octubre de 2019 cayó como una bomba de racimo sobre Chile. El objetivo inicial fue el Metro de Santiago, que estuvo cerca de ser destruido casi por completo. Si los atacantes hubiesen accedido, como lo intentaron, a los llamados “talleres” de Metro, donde se estaciona su flota de trenes, la capital chilena pudo quedar con su eje clave de transporte público inhabilitado por un par de años.

Pero el “efecto racimo” de este atentado, de esta detonación o “estallido”, como lo bautizaron los medios de comunicación tradicionales, se verificó en todo el territorio nacional: en cada familia, en prácticamente todos los ámbitos imaginables.

¿Cómo llegamos a esto? ¿Qué puede explicar que el “país modelo” de Latinoamérica de pronto mostrara un rostro irreconocible? ¿Era posible predecir esta crisis?

Estamos llenos de preguntas. Quienes persiguen la honestidad intelectual comprenden que para desentrañar la verdad de lo que ocurrió y esbozar caminos de solución, lo primero es hacer un buen diagnóstico sobre cómo pasó lo que pasó y por qué.

Eso es lo que busca este trabajo titulado “Nuestro Octubre Rojo”.

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